SIMPLEMENTE 2003
de Emilio Arnaiz
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El Domingo estuve en un almacén de trastos viejos, medio rotos, deteriorados. Son lugares escondidos, en general ocultos a la sociedad. Los hay de distintos tipos y en distintos lugares de Barcelona. Llovía.
Para entrar tuve que teclear un código de acceso, el año en curso, "2003", era curiosamente simple, con lo que aparentemente podría entrar cualquiera, aunque curiosamente nadie podría salir.
En estos almacenes siempre hay un extraño olor, es lo primero que percibo, una mezcla de limpieza irreal, ambientador, y por otra parte, el olor a viejo, ese olor a abandono irremediable, profundo y triste.
Estuve hablando con una de las personas que llevan el Centro de Aprovisionamiento . Estaban especializados en autómatas fuera de uso. Había de todo, es curioso cómo avanza la ciencia, ¡ robots y muñecos casi reales !. En una de las salas estaban todos encendidos y se veían sus deficiencias:
uno sacaba la lengua y giraba su cabeza, intermitentemente, como en un bucle sin fin, otro movía sus brazos articulados, medio rehechos con cinta aislante y emitía unos sonidos indescifrables, otra (se veía que era "otra" por su vestido) andaba continuamente de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, también estaban los que ya no disponían de movimiento, seguramente por problemas electrónicos más que mecánicos, o por su deteriorado chip y se exponían en la sala como esculturas modernistas. Pero la que más me impresionó (era "la" por su vestimenta larga y azul), fue una especie de muñeca-robot, que se iba parando en frente de cada uno de los demás, supongo que por un complejo sistema de sensores, les miraba con sus ojos de mirada indefinida y les hacía siempre la misma pregunta, y me miró y me hizo la misma pregunta que a todos, con voz clara y diáfana, que supongo no era programada, sino más bien, autoprogramada: "Disculpi, què sabrà vostè quin és el codi per sortir ... ?".
Hubo un momento en que se puso a llover más fuerte.
La vida se desfigura, aunque Dios vaya con nosotros, pensé.
Pulsé "2003", pero un empleado evitó que ella saliera.
En el exterior, aspiré el aroma de la lluvia que se mezcló con el de la
dulce melancolía del ser abandonado por la vida.
El Domingo por la tarde estuve en una Residencia de Ancianos enfermos mentales, a visitar a un familiar.
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