Estimados amigos y amigas,
Ante todo no quiero que sientan esta misiva como impersonal. Si
sus
nombres no figuran sino como escondidos es para preservarlos, no
sea cosa que alguno reconozca al otro y diga "aaahhh, este
es amigo de ese Gill, debe ser un complicado como él..."
Al fin y al cabo la idea es
simplemente desearles unas felices fiestas de la manera menos ortodoxa
posible. Si les digo que el año que viene será mejor,
pensarán que me he convertido en un nabo idealista, si les
digo que será un año de mierda me creerán un
desestabilizador, un negativo atroz. Buscar un punto intermedio
sería declararse un mediocre. No desearles nada me convertiría
en un maleducado o en un indiferente. Esto es lo malo de tener tantos
amigos y tan diversos. Algunos comprobarán con todo este
embrollo que las fiestas son un énfasis innecesario que solo
sirve para empeorar las cosas. Sí señor, las fiestas
son el hábitat ideal para los farsantes que aprovechan para
abrazar a quien durante casi un año han dado sobrados motivos
como para que los cague a trompadas. Estos tipos son como el boxeador
que intuye que se viene el golpe que los mandará a la lona
y ahí te abrazan. Además, las fiestas permiten dar
rienda suelta a la ironía y descargar toda la inquina que
se le tiene a una cuñada, por ejemplo, al tiempo que se culpa
al alcohol de tan premeditado ataque. No falta el que recuerda con
lágrimas en los ojos a quien todos (incluso él mismo)
prefieren olvidar. ¡¡¡ Un muerto es infaltable
en estas ocasiones mi viejo !!! Ni hablar de las discusiones relativas
al lugar de encuentro o los "Si ellos van, yo no voy eh!".
Las gordas recomendarán el régimen de moda mientras
deslizan entre consejo y consejo algún trozo tibio de Mantecol
de diez mil calorías; los inescrupulosamente flacos recordaremos
las temporadas de gimnasio. Así son las fiestas, nos llevan
a lugares comunes, a conclusiones brillantes del tipo "después
dicen que estamos mal y mire todos los cuetes que tiran". Esa
clase de gente debe pensar que diez cañitas voladoras equivalen
a una casa o a un automóvil último modelo. Si casualmente
vemos alguien que regresa de un oficio religioso ni se nos ocurre
pensar que el verdadero sentido está en él y no en
nosotros y mirándolo de soslayo pensamos. ¡Pobre tipo,
que manera de pasar la navidad!
©
Guillermo Gill

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