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En letras de molde
OBEDIENCIA DEBIDA
de Juan Manuel García Ferrer

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No está de moda la cosa autoritaria así, "por mis poderes". Por eso lo mejor, lo que más se agradece, es el hara-kiri del subordinado. Que éste se anticipe, y pase a ser quien, habiendo asimilado y asumido adecuadamente toda la avalancha de mensajes radioactivos que toquen, se sacrifique y ofrezca justo lo que de él se espera obtener, sin molestas sesiones de imposición ni de mando trasnochado.

Previamente no era así. Había órdenes expresas, claras, que buscaban su estricto cumplimiento, y gente necia que se moría de gusto viendo cómo otra gente era víctima inocente de su estulticia. Sin caer en la tentación de contar por aquí hazañas bélicas, no resisto la rápida cita a un recuerdo personal: Toda la tropa de un cuartel formada en la plaza de armas un sábado por la mañana, deseosa de disfrutar de ese engaño periódico que es el fin de semana, pero vestido además en esta ocasión con todo lo que puede significar una excarcelación, por muy temporal que sea. Y unos oficiales y jefes que, a su vez chivos expiatorios de semana, buscan que otros paguen su mala suerte, y disfrutan repartiendo órdenes y amenazas a diestro y siniestro, dilatando el momento de la huida de sus víctimas. Patético.

Tengo que reconocer que mi rebeldía ante el espectáculo nunca llegó más allá de algún comentario sarcástico sobre la bajeza de los que ejercían de esa forma su estúpido poder, comentario sólo audible por algún que otro compañero de payasadas obligadas. Pero es cierto que el obedecer en esas circunstancias (o en cualquiera de la época del "ordeno y mando", dando por evidente que el actual "seguir la corriente" es otra cosa completamente diferente, aunque quizás peor) se hacía francamente difícil. Por eso admira ver casos de obediencia a prueba de todo, como la que quiero narrar.

Está explicada en un librito escrito en catalán (Ciutat Vella. Itinerari per una Barcelona Desconeguda. Columna, Barcelona 1996) por un maestro y profesor de historia, Josep M. Vilarrúbia - Estrany. El librito en cuestión es un -limitado- itinerario por la Barcelona antigua, partiendo desde la Plaza Cataluña hasta la Plaça del Pí. Y está muy bien, porque te descubre un montón de cosas interesantes y divertidas, de las que he hecho uso en múltiples ocasiones, como qué pinta un botín en un lateral de la catedral de Barcelona, o sobre la falsedad de algún material que se cree de alcurnia.

Quizás por estar tan bien, por ser tan práctico, le ha llegado su penitencia: lo he dejado en varias ocasiones, y la última - a no recuerdo quién- no tuvo viaje de regreso. Por este motivo no puedo dar la cita literal y, como lo explicaré como lo recuerdo, pues seguramente deslizaré más de una cosa falseada a base de bien...

El hombre celoso de su obediencia a la autoridad es San José Oriol, que se ve que era muy milagrero. La autoridad a la que le debía obediencia, la de su obispo, que estaba un poco mosca de la popularidad mediática -de la época- que iba alcanzando persona tan milagrera, y le prohibió terminantemente incrementar su cuenta de milagros: ¡Ni uno más!

En esas que iba el hombre caminando con otra persona junto a la iglesia del Pí, cuando ve que, súbitamente, alguien se cae al vacío desde la pasarela exterior de la nave, pasarela que aún hoy cualquiera puede distinguir fácilmente. San José Oriol paró automáticamente la conversación, y frenó la caída del desgraciado justo a un metro de su muerte despanzurrado contra el suelo pero, justo en ese momento, se acordó de la expresa prohibición de su superior.

"¡Un momento!" - le dijo a su acompañante- "¡Tengo que ir a pedir permiso al Obispo!" Y, dejando en suspensión al accidentado, voló hacia la casa del obispo, por lo demás cercana al lugar.

Bien: El obispo, renegando, le dejó, claro está, culminar el milagro, con lo que San José Oriol pudo depositar al desgraciado -al que ya podemos llamar ahora agraciado- suavemente en el suelo.

Acaban de restaurar una placa, que apenas se leía, que habla de este milagro, si bien sin tanto lujo de detalles. Vayan y vean...

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