En la habitación falta oxígeno, hace un calor pesado, sofocante, las
persianas están echadas. Marido y mujer están sentados a medio vestir en el borde de la cama. Parecen agotados. Todo lo que ella le está diciendo él
ya lo sabe, se lo ha oído decir miles de veces. Las cosas siguen estando
igual de mal que siempre. Así que cuando la mujer termina de hablar, él le
suelta a bocajarro que se va, que no aguanta más. Y que no pregunte el por
qué, él tampoco lo sabe. Pero que eso es lo único que desea hacer en ese
momento, irse a cualquier parte, a otra ciudad, dejarlo todo.
La mujer no le mira siquiera, como si lo que acaba de oír lo estuviese
esperando desde hace largo tiempo. Encorvada, con las manos cruzadas, los
brazos colgando entre las piernas mira fijamente un punto perdido en el
suelo.
A él esa resignación le pone fuera de sí, no la entiende. Irse de esta
forma le resulta todavía mucho más cruel. Se viste nervioso, mete
aceleradamente sus cosas en la maleta. La mujer lo siente hacer pero no se
mueve. Se va sin despedirse. La imagen de ella derrotada, sentada en el
borde de la cama ,le persigue durante toda su vida. Pero nunca vuelve, se
dedica a dar tumbos por aquí y por allí, buscándose a sí mismo de ciudad en
ciudad sin encontrarse.
Tal vez si ella no se hubiese dado por vencida tan pronto, si por lo menos
hubieran discutido como tantas otras veces - piensa el hombre ya muy
anciano - si ella no se hubiera quedado allí inerme, sin decir ni
reprocharle nada, él podía haber llegado a ser algo en la vida. No hubiera
tenido ¡ Maldita sea! Desde aquel día de su huida, insoportable, la certeza
de haberla matado.
Cuando el hombre cumple cien años, alguien se entera y le hace fotografías y un periodista le pregunta el secreto de su longevidad. Él contesta sin
inmutarse que todo consiste en llevar una vida tranquila, en familia, sin
sobresaltos....Al día siguiente de aparecer por primera vez en la prensa,
sale de nuevo en los periódicos, pero esta vez en las páginas de sucesos: el
anciano inexplicablemente se ha suicidado colgándose del ventilador de una
pensión barata.
El caso atrae la atención de los lectores. La prensa local reconstruye
sus últimos días, su vida es llevada al cine. Resulta un éxito. Su familia
se enriquece rápidamente cobrando derechos de imagen y levanta en medio de la ciudad una gran monumento escultórico, en él aparece el anciano, como un patriarca venerable sentado en el centro de su numerosa familia.
© Julia Otxoa

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