RELATOS
Un relato es una historia. Una pesquisa. Un ejercicio de búsqueda, donde uno más que buscar, encuentra. Donde el que escribe espera del lector la complicidad, incluso el acatamiento (más que en ningún otro género) de la presencia de lo fantástico.
Un relato es un cuento. Cuentos como Pulgarcito o Hansel y Gretel. O también, como diría Ana María Matute: la aventura al país del nunca jamás. Un relato es una historia, pero también es un viaje. Los hay que viajan más allá de las galaxias, como el replicante de Blud Runner, o el mismísimo Ray Bradbury (Crónicas marcianas), pero en definitiva todo viaje entraña una aventura hacia el interior de uno mismo. Y quizás por eso dijo Hemingway (que escribió ese gran relato, El viejo y el mar, que muchos aborrecen y todavía no sé por qué): Nunca salgas de viaje con una persona que no amas. Pero, en definitiva, ¿qué es un cuento? inquirirán ustedes. Pues miren, un cuento es como una pelota, como la luna, como una bola de cristal, de esas que cuando pequeños creíamos que aparecerían las fábulas más fantásticas de nuestro pasado y futuro. Julio Cortazar se lo explicó a su amigo Omar Prego, poco antes de morir, mientras no dejaba de mirar por la ventana de aquel triste cuarto de hospital: "El símbolo, la metáfora del perfecto cuento es la esfera, esa forma en la que no sobra nada, que se envuelve a sí misma de una manera total, en la que no hay la menor diferencia de volúmen, porque en ese caso sería ya otra cosa, no ya una esfera."
Jordà & Montfort
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