Yo vi sus ojos. Tijuana 1989,
donde andaba arriba y abajo con los gringos.
Y al pasar, yo vi sus ojos,
como un pozo, en la nuca de la furgoneta.
Los vi porque también eran los míos,
los de aquel día al otro lado de la mesa.
No tuviste que decir que no,
simplemente dejaste descansar los párpados,
como hace una barrera en la aduana.
Suave, tremendamente suave, aquella noche,
aquella mesa, aquel naufragio.
Yo vi sus ojos porque eran también los míos,
al otro lado de la mesa, de negro pozo.
Y sus labios de rojo frío también eran los míos:
de haber besado el hielo, de una pasión inerte.
Lo mismo da Tijuana o Barcelona para esos ojos,
esos labios, para la memoria futura ardiendo
¡Qué más da un lugar u otro para la frontera!
Más es nada, no tardé en reconocerlo
aquella noche en tus ojos, y en los de aquel
hombre arrodillado en la nuca de la furgoneta.
Hoy, sé donde están mis ojos,
al otro lado del deshieloen tus brazos,
para que los de aquel hombre los esté mirando
a modo de respuesta.

Jorge Brotons

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