Sobre excremento de rebaños, subo y me acuesto bajo los robles musicales
Antonio Gamoneda
Lo último que recuerdo haber leído de JCE son huevas de salmos cuyo tono está quizás pescado en sus paseos por la Biblia, y que pronto aparecerán publicadas. Se trata de Versus inclusive, tercera entrega de algo que huele ya a trilogía. Y se nos presentará como una sucesión monótona de versos bimembres, sin (a)parear y anfibios: mitad en este mundo, el de los hechos; mitad en este mundo, el de los yoes (y digo bien, que nunca es uno). Todo ello en tono declamado o de rapsoda.
La tribu que brama libre, con embargo, ha optado por el silencio. Si hay grito es hacia dentro, que es lo mismo que hacia atrás o hacia otro estado. El escándalo de los aviones de guerra, los accidentes laborales y el asestarle al arte el golpe-marinetti, han cedido el protagonismo a conceptos abstractos como tristeza, belleza y pureza; tríada capitolina de todo monumento a la contemplación.
Me parece significativo señalar el verso "dictan sabiamente su definición de savia" como muestra de este semigiro poético. Definición de savia es precisamente uno de los títulos más destacados de Aníbal Núñez, en el que este poeta urbano, a mi entender un claro precedente de nuestro autor, se sienta "a consultar las flores del cerezo" en un claro acercamiento hacia un estilo más puro y menos anecdótico. Eso sí, ni Núñez ni Elijas dejarán de lado su recorrido en las aceras.
Volviendo a este libro (en realidad varios, pero con un espíritu cada vez más acercado y acertado), la pureza se anuncia ya en el título, reminiscencia del verso de Mallarmé "dar un sentido más puro a las palabras de la tribu", también recogido por José Ángel Valente en una de sus obras. He aquí el silencio, íntimamente esposado a la contemplación. El propio JCE intuía ya estas directrices en su bebé Vers.o.s. atávicos: "a veces comprendemos que es belleza / misterio sólo para detenidos". Un detenerse que es consecuencia del viaje, con su doble filo, reflexión y anécdota. El movimiento ofrece la continuidad: la invitación a un río; una excursión hacia la sombra de los chopos para inyectarse suero, sueño y siesta; el crecimiento (o laberinto interior) de un niño salado; la pérdida de culturas y raíces en un amor secuestrado; el verbo errante del poeta en sus metamorfosis; el agua quieta removiendo el olvido de pueblos míticos, revolviendo sus símbolos "como una mano en ruinas"
Todo fijado por medio de la imagen. Imágenes que van más allá del creacionismo; que van "de la herramienta al tronco, del corte al mediodía". A lo sagrado, que es un sol lúcido vertiendo sus reflejos en los quevedos del poeta.
Se ve barroco. Se respira Oriente, "esa naturaleza de las cosas, / la amplia destrucción de lo vivido", el hana-no-shiore o marchitamiento de la flor de los japoneses; uno de los principios de belleza recogidos por el nadaísmo español, todavía embrionario, y a los que JCE arrima el hombro, sin mancharse, "bajo el nombre del pétalo dispuesto a la caída".
En consecuencia, la Naturaleza parece indispensable como fuente inagotable de símbolos. Sin cambio, lo material suele estar regido por su funcionalidad, de ahí su poca efectividad en el acercamiento al mundo del misterio y de las analogías. La excepción la avalan los objetos encontrados, "las ruinas de un poblado y sus leyendas", un tanque que se oxida en pleno prado (herrumbre y verde: colores del cambio)
Se trata de un pasillo labrado para el Tiempo, que no es más que el influjo de lo natural sobre lo artificial; esa "verde verdad" tan cirlotiana "que trae a la luz del día la esencia de las cosas. Por este motivo, los japoneses ven en las huellas del crecimiento un encanto especial. Por eso les fascina el color oscuro del mármol viejo, una piedra horadada por el viento, o incluso los flecos, testigos de las muchas manos que tocaron un cuadro en sus bordes. Estas huellas del envejecimiento las denominan "saba", palabra que traducida textualmente significa "roña". "Saba": es la roña inimitable, el encanto de lo viejo, el sello, la pátina del tiempo"*.
Es en este mar donde nada que nada el poeta, con sal en la boca, los labios ajados, con el fin de olvidar el tiempo en otras playas. Hemos llegado hasta Amador Urbano, el último alter ego del poeta que, con un lenguaje prestado de Juan Eduardo Cirlot, ha visionado en la orilla un Héctorplasma. Amador, abstracto enamorado, poco a poco filtra en sus palabras urbanismos y callejerías que "rebuscan horas extras en la historia". Amador Urbano. La mística continúa en la calle, añadiendo un tercer japonesismo nadaísta, y por qué no, también erótico: la katana. Un lenguaje de doble filo. Violencia y ligereza; "la herida mayor, el más suave pulso"
Y mucho más tiene esta compilación de poemarios, rica en lecturas, recursos y referencias. Un conjunto sostenido por este esqueleto de lo puro, del tiempo, de la Nada y del Oriente. Algo que JCE nos recordará en su salmódico Versus inclusive, con algo de profeta o visionario con retardo:
El Soho es la continuidad. Óscar Wilde
sigue bebiendo a Grecia en Basho clásico.
Después de todo, nada, verso, música. Gozar del ruido o del silencio. Al fin sin cabo, porque no se acaba, estamos ante un clásico. "El hombre fue primero y después su paisaje".
* Recuerdos del Japón escritos por el periodista soviético Ovtchinnikov, citado por Andrei Tarkovski en su libro Esculpir en el tiempo.

© Iván Díaz Sancho
prólogo del libro La Tribu Brama Libre

LA TRIBU BRAMA LIBRE
- La Niña Chole
Selección de siete poemas del capítulo IV
- Rumor de agua quieta
Selección de siete poemas del capítulo VI
- Presentación del libro
por Juan González Soto
- La Continuidad del Soho.
Prólogo del libro, por Iván Díaz Sancho

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