Desde esta habitación de hotel, al ver por la ventana
el fulgor de un futuro sin buscar,
se ha hecho otra vez presente ese extraño encuentro.
Como trasterrados, dispusimos de palabras sólo hasta
el amanecer, para dejarnos caer al silencio de la mañana.
Nuestra patria nocturna. La de los que desean irse (pero no se irán),
la de los que quedarse querrían pero marcharán.
Amor emigrante, amor exquisito,
si no lo inventamos otros lo harán.
Defendimos el cruce con nuestro propio lenguaje.
Territorio poblado de piel, de aroma ágrafo para la historia.
Defendimos la noche con nuestro instante
y se convirtió en ese país apenas nombrado.
Y supimos, en seguida, que la vida entre dos tierras no espera.
En aquella habitación de hotel, imaginada,
convocamos a la memoria como porvenir.

Jorge Brotons

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