lo que acaso seremos, un son de agua muerta y azul
Pere Gimferrer
I
La casa ya no existe, ni tan sólo sus gentes.
Abandonaron todos esta playa. Sus pechos
de sol y las profundas arenas del amor.
La casa ya no existe, ni tan sólo sus muertos.
Enterraron a todos y después se marcharon
con sus bueyes lentísimos, sus hijos, sus retratos.
La casa ya no existe: los estandartes negros,
el cántico, el anillo de la noche y su danza.
Pereció todo en círculo mortal de los corales.
II
Emprendieron la marcha. Se llevaron la brisa
camino a las montañas de sus antepasados.
Pues quien nace en la mar va arrastrando sus algas
como un manto de yodo, como un beso salino.
Como un beso la brisa con su sed de gaviota
hasta la nieve azul, el lobo y su leyenda.
Las caracolas zarpan a un secreto murmullo
de polvo en el camino sin fin de la tristeza.
III
El mar se ordena esbelto, escamas y colmillos.
Sus fauces y la espuma. Caricias de las piedras
que hieren como un beso. Como una mano en ruinas.
El mar se ordena esbelto. Sus labios. Sus estelas.
Hogueras en la playa, sarcófagos del miedo
y todos sus venablos. El mar incendia sombras.
Son las sombras del ser, su lenguaje doméstico.
Los ojos de ceniza vueltos hacia la hoguera.
Arde en la alforja el mar del tiempo y sus traiciones.
La frontera amamanta a todos los mestizos.
La paz y la palabra, la piel de su riqueza.
Sus danzas preparando una errática marcha.
El mar que ayer fue verde canción y amable gesto
hoy ordena su idioma con látigos de cieno
y ha podido su furia con los dioses de guardia.
Dieron tierra a sus muertos con sonrisa benévola.
IV
Y ahora siguen las huellas dejadas por los olmos.
Su tránsito a los valles. A remontar los ríos:
el junco de su vida, el collar de guijarros,
el rechinar rabioso de un talismán de huesos.
Caminar por la noche bajo el faro del búho:
espantar a las bestias con un fuego dormido.
Seguir, su olor, el rastro de cada baya, encina,
laurel de triunfo incierto casi hasta la alborada.
Sin más agua que el sol, sorbida la esperanza,
apretando los dientes, mordiendo las raíces
que indican el norte de todos sus propósitos.
El hombre fue primero y después su paisaje.

LA TRIBU BRAMA LIBRE
- La Niña Chole
Selección de siete poemas del capítulo IV
- Rumor de agua quieta
Selección de siete poemas del capítulo VI
- Presentación del libro
por Juan González Soto
- La Continuidad del Soho.
Prólogo del libro, por Iván Díaz Sancho

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