LITERATUYA
 escribo porque escribo y porque tú

REVISTA DE LITERATURA

 
 Revista de Literatura » Relatos » Mamá ha muerto 1 2 3  

  

> LITERATUYA
INFORMES
>> RELATOS
POEMAS
ESCRITOS...
CLUB de los Cronopios


RELATOS

de Emilio Arnaiz
El Soho y otros relatos

de Miguel Gutierrez
Para y por ti

de Sira
Un siniestro

de Marcelo D.Ferrer
Crónica de una
  noche de niebla

de Rosa Mora
• El espejo, el río,
  la ciudad

de Julia Otxoa
Oto De Aquisgrán
• Correspondencia
• El escritor en tiempos de crisis
• El tren de las seis
• Longevidad
• Firma
• Muzzle
• Caballos
• Avenida Lincoln

de Miquel Silvestre
Diario de un gigante
• Federico

de Salvador Luis
• El vuelo

de Massi Lis
• Las plantas dormilonas

de Sergio Borao
• Feria

de Bardinovi
• Chica en tránsito

de Remei Romanos
• Collage con merengue

de Marcelo Choren
• Volver al mar
• En la madriguera
• El mejor amigo
• Margaritas de chocolate
• Dos manchas blancas

de Pedro Ugarte
• La curva de Flick
• El escritorio
• Un dios vulnerable
• Travesía
• Lección de idiomas

de Arturo Montfort
I can’t get no   satisfaction
• Yo soy la morsa
• Yo soy la morsa (contraportada)
• El archivo secreto
• Mamá ha muerto
• Mátame

de J.L. Caballero
• Las cartas de Antioquía
• Como lágrimas en la lluvia
• Palabras de un rebelde
• Una de mis historias

de Toni Martínez
• El silencio al otro lado



ads

MAMÁ HA MUERTO  3 y final
de Arturo Montfort

Versión para imprimir
y leer más tarde... en papel
Llamará a la puerta. Como en las películas de espías: dos llamadas seguidas, una pausa y una tercera llamada. Ding, dang... dong. Dejará su maleta en el sofá. Me ha prohibido terminantemente que me arregle, que me ponga colorete, que me pinte los labios. Ni siquiera me permite que me vista. Hasta aquí lo puedo entender, puedo ser muy comprensiva, lo que no puedo entender es que me ordene que ni siquiera me lave. Le excita pensar que acabo de levantarme de la cama, que aún no me he duchado, que me huele el chocho. Eres un cerdo, así de claro. Por este camino, le dije un día, ya te estás comprando una colección de videos pornos y vete poniéndote al día tú solito, guapo. Por cierto, que cuando le dije esto me cruzó la cara. Me quedé helada de la sorpresa, me abofeteó. Le insulté y acabé mordiéndole en la mano. Y, claro, cómo no, eso no pareció disgustarle al señor... Al día siguiente, como disculpa por el mordisco, me puse las gafas de sol que me había regalado y que siempre me negué a ponerme,, pues no tengo una vista de lince que digamos y, además, a esas horas, con gafas de sol y camisón de raso parezco, no sé qué, una putilla. Ahora las utilizo, más que nada, para disimular ante el camarero y el guarda del parking, esas bolsitas azuladas que asoman por debajo de mis, ejem, bonitos ojos.

Luego ya haré la cama. Claro, quiere la cama sin hacer, ¿para qué?, me digo yo, si nunca la usamos. Tenderé la ropa, fregaré los platos y pondré otra lavadora, y así hasta que...

Hasta que algo pase de verdad. A veces pienso que los sueños me avisan de los acontecimientos pero todo es pura mentira. Mis sueños no se han cumplido jamás. Quizás por eso los olvido tan fácilmente. Marta, mi cuñada, me convenció finalmente para que acudiera a una vidente, ¿qué significado tiene ese ruido?, le dije a ese espantajo que tuvo, a pesar de todo, la delicadeza de esconder su bola de cristal, ¿ese ruido de espejos rotos? Pero no supo contestarme, eso pareció molestarla, esa expresión de clara decepción, que no me molesté en disimular, porque, acto seguido, me vaticinó conque moriría joven, aunque eso sí, muy rica. La traté de imbécil y débil mental, y por eso Marta tuvo que sacarme a rastras de allí y me retiró la palabra durante varias semanas, hasta las rebajas de enero para ser exactos.

Cuando llegó Amador, ¡vaya nombre para un amante!, y me encontró con las maletas hechas, se pegó el susto de su vida, esa es la verdad. Me dijo que mejor lo dejábamos para mañana, pero no regresó jamás. Mientras lo miraba escurriendo el bulto pensaba que nunca había luchado tanto, ni con tanta desesperación, por sentir amor, amor de verdad, de los de los cuentos de hadas. Y no conseguía sobreponerme a la sorpresa de comprobar lo fácil que era desprenderse de un amante sarnoso, nunca mejor dicho. Y esa misma tarde, cuando le dije a Luis que tomaba las de Villadiego, ni se inmutó. No es tan fácil, después de todo, desprenderse de un marido normal, con el que has compartido miles de horas. Con el que alguna vez te has sentido razonablemente tranquila, quizás hasta feliz. Yo ya me había hecho mi película mental, pero no ocurrió nada de lo que me había imaginado, nada de esas complicadas discusiones sobre la pareja, el desgaste conyugal, los reconocimientos de culpa y todo eso que se supone que una puede esperar después de tantos años de oscuridad y vacío. Ni siquiera el ruego final, no te vayas, por favor... O eso otro, ¿y ahora que voy a hacer? Me miró de arriba a abajo y me dijo ¿de qué crees que vas a vivir? Y, luego, me dijo, tú sabrás lo que haces... Me quede de una pieza, mirándome los zapatos como si de pronto me hubiera entrado un feroz ataque de limpieza. Estaban llenos de polvo.

Faltaban dos semanas para la entrada del verano. Rosa, la madre de Javier, el amiguito de Víctor, me había hablado muchas veces de su amiga, la que había conseguido un trabajo de guía turística en la Costa Brava. Nos reíamos las dos, pobre infeliz, cantábamos a coro, seguras dentro de nuestro papel de madres diligentes y hábiles en el arte de soportar la vida. Lo que tendríamos que hacer, decíamos con esa frivolidad tan propio de los que no tienen casi nada que perder, es buscarnos un viudo rico y a ser posible viejo y no precisamente hacernos la hippie a estas alturas de la vida. Pero eso es la teoría, y de la teoría a la práctica hay un trecho, como muy bien dicen. Al día siguiente ya tenía ese trabajo. Hice nuevamente las maletas y me esperé dos horas en el bar de la estación. Esperaría todo el tiempo necesario para asegurarme bien de no oír mas ese maldito espejo deshaciéndose en diminutas partículas dentro de mi cerebro. Te morirás joven aunque rica, eso es lo que dijo la pitonisa engañabobos, pues sí que empezaba bien... Claro que no dijo nada del ruido y yo tampoco le conté nada del runrún del ukelele, estábamos en paz, ese era mi secreto.

Cuando el tren asomó al mar abierto y vi las playas repletas de bañistas, una luz desgastada dejó un rastro de mariposas muertas en mis párpados. Supe, sin saber por qué, que ya nunca más volvería a escuchar otro ruido que no fuera el de mi propia voz. Y fue entonces, como una dulce contradicción, cuando percibí el ligero rumor del ukelele, ligero como la brisa del mar. Y qué cosas, me acordé del delantal, con la imagen de Marilyn Monroe, y de mi hermano apareciendo con rostro arrepentido y apesadumbrado y abrazándome, mamá ha muerto.

Versión para imprimir

Otras Literaturas
autoretrato Carles Verdú
• Conversaciones
  por Ferran Jordà
  y Arturo Montfort
• Retratos
• Ilustraciones de   Cortázar
Libro de artista

Juegos y acertijos
Ambigrama
 Anagramas
 Sam Loyd
 Enigmas, acertijos y rompecabezas clásicos
 Ambigrama: De joc a joc
• Ambigramas
• Enlaces


Novedades
 Novedades editoriales
 Anhelo de vivir
 Textículos bestiales
• Materiales para una expedición
 Lo que queda del día
 El corazón de las tinieblas



Autores
George Steiner
Julio Cortazar
John Le Carré
Vladimir Nabokov
Umberto Eco
Lewis Carroll
Raymond Carver







Cronopios | Informes | Relatos | Poemas | Juegos | Otras Literaturas

diseño de páginas web
 diseño web | retiros yoga | promoción web
 Patrocinio: photographer
© Literatuya