Sí, sí. Algo pasa en Guadalajara (la de Castilla – La Mancha, aclaro: no sé si también en la otra).
Pongamos que hace unos 20 años que no estabas por la ciudad. Pongamos que ya te has mareado y asustado un poco viendo en qué se ha convertido, en qué está derivando la zona existente entre Madrid y Guadalajara, con centros comerciales de tamaño monstruoso, con zonas enteras rebosantes de casas de pisos, viviendas o durmiendas, como quiérase llamarlas.
Pongamos que, para atemperar el espíritu, y pisar tierra conocida, uno se decide a dar un paseo a medianoche por el centro de la antigua ciudad. Que se dirige, caminando, al Palacio del Infantado y que, desde allí, sube toda la calle mayor, de dos nombres, hasta su extremo más alto.
Y es entonces cuando uno se da cuenta: ¡Algo pasa en Guadalajara!
En un principio sólo se aprecia que unas antiguas casas modernistas se han pintado y valorado. Pero, más adelante, si bien se distinguen casas viejas en hilera, con rasgos de antiguos comercios en sus bajos, resulta que todas están desalojadas de sus anteriores inquilinos, y presentan muestras de ser auténticas casas deshabitadas, fantasmales.
Más adelante sigues atando cabos. Una casa tradicional, junto a una plaza y unas ruinas evidentes señala ampliamente: “Aquí creamos ciudad”. Justo en la valla del terreno de las casonas derruidas un enorme cartel adoctrina: “La felicidad no se compra. Se construye”. Por fin, una valla opaca, que cubre toda la antigua fachada de una casa típica de la Calle Mayor, ahora “vaciada”, nos saca de dudas: “Hay futuro. En 2005...” Previamente, los restos del Cine Imperio – especializado en su época, creo recordar, en cine S, ese que podía lastimar la sensibilidad del espectador -, ratificaban aquello de que las aventuras imperiales, con afán de perdurables eternamente, siempre acaban mal.
Por suerte la lencería Villa de Madrid todavía luce una magnífica vitrina central con un poco de todo, y por algún lado aún se pesca un glorioso cartel, impoluto, que avisa orgullosamente: “Clases pasivas Ramos”.
Algo está pasando, no obstante, en Guadalajara.
© J. M. García Ferrer

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