Museo de los impresionistas. Los turistas visitan a Van Gogh. La cámara casi escondida. Cartier-Bresson dijo algo así como que la fotografía es el contrapunto de lo efímero. Y, sin tiempo para encuadrar, ni para nada, intenté capturar lo efímero de aquella escena, y quizás por eso mismo el desenfoque. Claro que la turista (o estudiante de Bellas Artes, u oficinista, vete a saber) se aprovechó de la modorra del guardián del arte y, también, de la distracción y desinterés del doctor de Van Gogh. Impunemente, casi desborda la cinta de seguridad de tanto que alarga su cuerpo, como una jirafa. Quizás lo que me atrajo fue la asimetría que la chica introduce sin querer, ese desequilibrio que la visitante aporta a la perfecta analogía que formaban el arte y su guardián, tan apacibles los dos, cada uno al otro lado de lo visible, quizá soñando en lo invisible.
el viajero
El guardián del arte El músico callejero
El cliente
© Salvador Monroig
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