MATERIALES PARA UNA EXPEDICION
de Pedro Ugarte
por Arturo Montfort
LOS DESNUDOS DE UGARTE
Pese a su fama de expedicionario, Pedro Ugarte es un cronista de interiores. Es de los que cuando escribe sobre el desierto de Australia te alerta de algo más cercano, como más próximo. No sé si me explico. Es cierto que sus personajes tienen algo de culpables, de animales confinados,
("la falta de espacio hace del hombre de hoy el más humillado de la historia")
personajes un tanto kafkianos que buscan su castigo por culpas que acaso desconocen pero intuyen.
En las expediciones de Ugarte lo de menos son los planetas y los mares. Él prefiere describir los mundos interiores. En ocasiones se imagina también mundos de mentiras (como explica en uno de sus espléndidos capítulos; lo encontrará usted en el apartado Informes de esta revista), pero la mayoría de las veces despoja a la realidad de su máscara. Y no hay brutalidad en esos desnudos, acaso cierta sorna, una sonrisa malévola, un deje de melancolía, un escorzo de tristezas.
Porque la mirada aparentemente afilada de Ugarte es, a la vez tierna y profundamente melancólica; no exenta por ello de una cierta complacencia. La necesaria y suficiente como para que su inteligente escritura mantenga a raya el lado tosco y aburrido del pesimismo más cerril. Aunque él no pide perdón por eso, por su aparente pesimismo, por su humor negro, por aprovecharse del viaje y resolver algunas cuentas pendientes. Simplemente, secciona el ojo de Dios, como antes hiciera Buñuel, pero lo hace sin alardes ni rencores. Y es que a Ugarte no le gusta perder el tiempo y, además, le fastidian los héroes, ya que, a fin de cuentas, nos dice - en El peso del Universo; también lo encontrará usted en el apartado Informes de esta revista - los demás estamos obligados a sobrellevar todo aquello que ellos (los héroes) ignoran, a sobrellevar todo lo demás.
Al final de cada capítulo (161 en total, 213 páginas) siempre me asalta la imagen de la sonrisa irónica y lúcida del autor, acaso piadosa con todos aquellos (y verdaderamente no sé muy bien por qué digo esto) que no tienen nada que perder. Ni les importa.
En su Proyecto de Biografía (Capítulo 81) Pedro "enumera de memoria las flores de su jardín pero acaso vacila al recordar la última noticia que vocean los diarios. Le gusta pasear. A menudo se tropieza. No importa: le gusta pasear y tropezarse. Sabe que podría ser querido por alguien y esa hipótesis le reconforta mucho más que cualquier persona amada. Le gobierna la melancolía. Sabe de sus innumerables defectos pero sabe que una melancolía bien llevada los redime casi todos".
Este libro es diferente. No es de esos libros que transcurridos unos meses ya eres incapaz de describir porque sencillamente lo has olvidado (aunque me lo leí de un tirón, solemos decir).
Este libro es como una terraza y un buen whisky, como una buena pipa. Te permite sentarte y ver pasar el mundo. Y leer, y pensar de otra manera. No sé si me explico.
Abril de 2003


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