FOTOMATONES
de Màrius Serra
Con tanta muerte rondando por ahí corremos el peligro de
olvidar algunas cosas imprescindibles para enfrentarnos a la vida.
El jueves pasado, justo antes de la segunda cacerolada, se presentó
en el CAT-Guinardó barcelonés una publicación
digital de literatura llamada
Literatuya (escribo porque escribo y porque tú) en la que
se recupera el espíritu transgresor de Julio Cortázar.
Sabedores de que lo esencial reside en los detalles, los artífices
de esta revista virtual se presentaron con una foto tamaño
carnet en la que se mostraban tal como lo harían ante su
otorrinolaringólogo. Tan desvergonzada actitud surge del
capítulo "La embajada de los cronopios" de un libro
inclasificable de Julio Cortázar: "La vuelta al día
en ochenta mundos" (1967). En
él se cuenta cómo a un cronopio viajero le solicitan
que rellene cinco formularios y que adjunte cinco fotos de frente.
Tras describir el penoso proceso de copiar los errores del primer
formulario en los otros cuatro, Cortázar prosigue: "Después
este cronopio va a un Fotomatón y se hace retratar en la
forma siguiente: las cinco primeras fotos muy serio, y la última
sacando la lengua. Esta última el cronopio se la guarda para
él y está contentísimo con esa foto."
En su día, este párrafo causó sensación.
"Rayuela" (1963) ya había internacionalizado
la obra del argentino y los cronopios eran legión. Mucha
gente seria andaba por ahí con una foto en la cartera sacando
la lengua. En el mismo París de Cortázar el poeta
Raymond Queneau había popularizado una secuencia de instantáneas
de fotomatón
en la que su rostro aparecía mutante, como en una película
de Louis de Funes pasada por un zoótropo. Muchos fotógrafos
se apuntaron a la fiesta. La novedad del aparato y su presencia
callejera reforzaban el fenómeno social. ¿Quién
no se ha hecho alguna foto inútil en un fotomatón?
Especialmente una noche de juerga, claro, con mucha más gente
pugnando por salir en el minúsculo encuadre de esa foto personal
e intransferible, pero también para fijar una mueca repentina
o, simplemente, porque tú.
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MAL ASUNTO
cuando escasean los
fotomatones que
permiten cambiar de
cara a cada foto. |
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Pues
resulta que hoy ya no es tan fácil ejercer de cronopio. Cada
vez quedan menos fotomatones de los que permiten cambiar de cara
para que cada instantánea sea distinta. Se imponen las nuevas
máquinas
que fotografían una sola vez y cuadriplican luego esa fotofija,
como si nuestro yo fuera monolítico y admitiese una sola
cara. Los fotomatones de hoy sirven para retratar al PP de Aznar
pero no al Labour Party de Blair, plagado de deslenguados; sirven
para los Estados Unidos del creyente Bush pero no para nuestra Desunión
Europea, tan llena de euroescépticos; máquinas para
ETA pero no para Egunkaria, para Saddam pero no para el pueblo iraquí.
Son máquinas ideales para quienes, a uno y otro lado de la
trinchera, buscan adhesiones inquebrantables en nombre de las ideas
fuertes que aseguran representar. Fotomatones para amantes del conmigo
o contra mí, que querrían tenernos a todos o bien
serios o bien con la lengua fuera y resoplando. Por eso hoy, para
decir no a la guerra, todo cronopio busca fotomatones de los antiguos
donde hacerse las primeras fotos sacando la lengua y la última
muy pero que muy serio. Esta última el cronopio se la guarda
para él y está contentísimo con esa foto.
MariusSerra@verbalia.com

Lectura recomendada: · Presentación
de Literatuya, de Arturo Montfort
Breve crónica de lo acontecido en la cafetería librería
CAT-Guinardó en 27 de marzo de 2003. Con algunas imágenes.

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