Acabo de terminar "Sobre literatura" de Umberto Eco y tengo que reconocer que casi se me indigesta porque, todo sea dicho, la teoría de la Literatura no es lo mío. Yo soy un literato de aluvión, o sea, que pasaba por ahí y aprecio "per se" una buena obra, con mis propios criterios, claro, aunque no presumo -que san Leon Trotsky me bendiga- de ningún conocimiento especial que me haga merecer el título de crítico literario. Pero sin lugar a dudas Umberto Eco me fascina y me encanta y no descubro nada si digo que es una de las mentes más preclaras y lúcidas de este cambio de siglo. Como todo el mundo sabe, la obra de Eco se divide en dos, la divina -su obra de ficción- y la humana, sus ensayos sobre el varipinto mundo de la comunicación y la sociología. Este "Sobre literatura", obviamente forma parte de este último grupo pero no podía asustar a alguien que se estrenó en Eco-logía con el "Tratado de Semiótica general". De lo que conozco de Eco, toda su obra literaria y gran parte de la ensayística, me declaro ferviente partidario porque, en un autor, no encuentro cosa mejor que el hecho de que me descubra, tal y como lo voy leyendo, ideas, mundos desconocidos, pensamientos, en definitiva, conocimiento que es a lo que, modestamente, uno aspira. He oído decir que "El péndulo de Foucault" es peor que "El nombre de la rosa" y que "La isla del día de antes" es peor que el "El péndulo de Foucault" o que "Baudolino" retoma, casi, la calidad de "El nombre de la rosa". A mí, como casi siempre, me trae al fresco la opinión de los críticos literarios y me gustó tanto una como otras porque están maravillosamente escritas, son lúcidas y cargadas de conocimientos. Uno se sumerge en Bizancio o en la abadía italiana y se dispone a vivir la aventura de la vida y del conocimiento, y se acabó. Lo demás es alambicar la literatura, algo que el mismo Eco despacha a gusto en "Sobre literatura". Pocos veces se encuentra un lector con alguien como Eco, tal vez Shakespeare, Cervantes, incluso puede que Asimov o pocos más. Mentes preclaras, cargadas de filosofía, en el sentido antiguo del término, y capaces de hacernos disfrutar de una buena lectura. Es como un chorro de aire fresco ante tanta tontería.
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