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escribo porque escribo y porque tú | REVISTA DE LITERATURA | |
Recuerdo el día en el que X se acercó hasta la Avenida Lincoln número veintitrés donde vivían mis padres para pedir mi mano. Toda la familia esperaba anhelante ese momento. Ocurrió a los postres, X había terminado su café, rogó a todos silencio, me invitó a ponerme de pie, nos levantamos los dos, nuestros hombros se rozaron ligeramente, mis padres nos miraban emocionados.
Entonces X tomó delicadamente mi mano derecha, se la llevó a los labios y comenzó a comer mis dedos con sumo deleite. La sangre fue inundándole todo, de tal modo que justo a las cuatro y media de la tarde de aquel tres de Junio, todos los vecinos de los edificios próximos se enteraron del gozoso evento por el rojo manantial que cual maceta desbordada de flores caía de nuestros balcones
© Julia Otxoa
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