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informe 477
MI GUARDAESPALDAS ESTÁ DE MOSCOSO
(la calle es de los idiotas)

de Arturo Montfort

Está la diferencia, pero también está la distancia. Y la sordera, que no hay peor sordo que el que no quiere oír, como comentábamos con Massi la otra noche. Les podría citar algunos sordos famosos pero perdería algunos amigos. También está lo de la justicia. Ah... Vaya abstracción. Oigan, la justicia por definición no existe. Vaya descubrimiento, dirán. Demasiados cabrones repartiendo justicia. Muchos hasta viven de eso. Todo el mundo llenándose la boca. Vaya pandilla de capullangas.

La diferencia se maneja mejor en una isla. Claro que siempre puedes acabar como el Capitán Nemo, chota perdido. Tiene mala prensa esto del castillo, el foso y los cocodrilos. Y el cartelito non disturb. Dicen que el animal cada vez se parece más a su amo. Otra mentira más. Yo, por ejemplo, cada vez me parezco más a mi gato. Casi como lo cuenta Julio Cortazar (Ultimo round II): los gitanos y los traductores internacionales no tienen gatos, un gato es territorio fijo, límite armonioso; un gato no viaja, su órbita es lenta y pequeña, va de una mata a una silla, de un zaguán a un cantero de pensamientos; su dibujo es pausado como el de Matisse.

Mi farmacéutica me dice que los gatos tienen una corteza cerebral reducida y que lo que atribuimos novelescamente al señorío no es más que pura limitación. ¿Será por eso que cuando Makari y yo nos damos las buenas noches, juntos los dos en la cama, me sale siempre la misma frase: vaya par de tontos?

Dicen los optimistas que viajando se adquiere cultura y se pierde el miedo a la diferencia. Los optimistas suelen ser bastante ineptos pero, sobre todo, muy aburridos. Si tienes la paciencia de escucharles un rato, hasta puedes ver como se les escapa el alma y sólo queda la miseria (o la mentira). Ya lo dijo Celine: Llega un momento, en la miseria, en que el alma abandona el cuerpo en ocasiones. Se encuentra muy mal en él, la verdad. En muchos casos, además, son unos cobardes: les da miedo perder el control de la realidad y construyen las palabras con celo. Se nota enseguida. Cantan como una almeja.

Créanme, lo peor no es la distancia. Sobre todo en el metro, cuando la titi te mete la teta entre las costillas y, sea un bombón o un cardo borriquero, te mira la tía como si fueras un degenerado (un degenerado aprovechado, algo todavía peor). JA, señora mía. ¡A las 8 de la mañana! Línea uno para más señas. Cuando todavía ando muerto y pienso si debo resucitar o mejor me quedo como estoy.

Ahora que el mestizaje se nos viene encima, todo el mundo se pone a cantar la Traviata, tiene bemoles. Todos se parecen a Gene Hakman en Arde Mississipí. Racistas pero justicieros.

Mucha lagrimilla con tanta película antirracista.

¿Recuerdan la película Adivina quién viene esta noche? Sydney Poitier es guapo, inteligente, tiene cuatro carreras, delegado de la ONU, Doctor Honris Causa en Idaho, y no sé cuantas cosas más, que de poco se le va la mano al guionista y me lo pone de presidente de los USA. ¡Acabáramos! ¡Imagínense que es empleado de Correos! ¡A la basura con él! Y ahora se remueven los cimientos de la mesa camilla cuando menganito adopta un niñito centroeuropeo o centroamericano, Nadie dice, por supuesto, ha sido decisión de los niños (los padres adoptivos, se entiende), dicen las abuelas mientras rechuflan el bigote. (¡Qué no se les ocurra adoptar a un negrito, hasta ahí podíamos llegar!).

Dicen algunos que para combatir la estupidez lo mejor es el mestizaje: deleitarse con Bach y Lou Reed & Laurie Anderson, pongo por caso; con Louis Armstrong y Karmina Burana; con el Cus Cus y los mejillones al vapor, todo eso, y más que les contaría, es sinónimo de buenos modales, de cultura del progreso (JUA JUA). ¡Vaya cojones! Eso lo dicen los ricos, porque los pobres opinan que no hay nada mejor contra la estupidez que un buen montón de pasta, para, entre otras cosas, dejar el PUTO CURRELO, dejar de aguantar al JEFE DE MIERDA ESE e irse a vivir a la Bonanova o a las Bahamas. Claro que también opinan eso los ricos y por eso mismo hay pobres, permítanme que no dé más detalles, sé de lo que hablo. Allí, con su guardia de seguridad y su guatemalteca cuidando a su niñito rumano por cuatro duros, y ella dándote las gracias como si fueras Dios, claro así no tienes problemas. Y encima le das por culo al currelante sin papeles. Y no declaras el IVA. Y el IAE sí porque si no lo haces te agarran por los cojones. Ni con la compra tienes problemas. Te la trae el morenito del super y, además, le das propina. Atiéndanme. Si Dios existiera (vaya cara, si existiera, qué jeta el muy cabrón) y se decidiera a hacer algo útil de una puta vez, nos metería a todos en el arca de Noé, en plan escudella, caldo gallego, potaje de garbanzos, empedrado de judías, y ¡hala! Espabílense ustedes, que yo me jubilo. Cruce de lagartija con perro mordedor, de irlandesa con judío ortodoxo, de chino mandarín con campesina del Baix Ebre. ¿La mejor manera de perderle miedo a lo extranjero, a lo diferente? No lo crean. A cuchilladas como siempre. La pesadilla siempre es el otro. Ya lo dijo Savater (Despierta y lee), que de esto entiende un poco: Todos los seres humanos somos extranjeros y por tanto huéspedes.

Ya está bien que le den por ahí al ejército (cuartelarios, podencos, borrachines). Y ahora a la monarquía. Claro que les vais dando a medida que vais perdiendo el miedo (no sois listos ni na' vosotros: así de claro, a mí no me engañáis, politicastros de mierda). Pero ¿y la patria? Manda cojones, nadie se atreve con la puta PATRIA, ¿qué ocurre, señores? ¿Qué no es políticamente correcto? ¿Qué os toca la fibra sensible (o senil), o es sencillamente que cuando la anxeneta levanta su bracito de oro, o el Camp Nou se llena de banderitas catalonias entonces se os pone dura y el chichi canta la Traviata? ¿Es eso, bandarras?

Lo extraño, lo diferente, eso precisamente que tanto temen los papases de nuestra querida patria: que su hija se enamore de un betún; que su hijo/a saque a relucir la pluma. El compañero de oficina (señora y dos hijos) me dice: maricón no, por favor, eso no, por favor, cualquier cosa menos eso. Y la vecina de mi mamá le dice (de balcón a balcón), que su yerno, negro de Panamá, es muy inteligente, tiene una carrera (dichosas carreras) y una escuela de idiomas, y yo que sé cuántas cosas más, y mi mamá, oh, qué bien, ¿no? Y la vecina, que si, que patatin, patatan, aunque de pronto se queda callada la pobre, suspira y, acto seguido, emite un sollozo de sinceridad: ... pero ES QUE ES tan negro. Si no fuera tan negro, yo qué sé, mulatito, despintado... pero no, resulta que ES NEGRO, ¡negro como el betún! Y mi madre exclama, la santa, mientras vemos un partido de la NBA por la tele: ¿pero mira que rara es la vida, cómo puede haber gente tan diferente, tan negra? Para descojonarse. Y todo sin receta médica. Esto ya no entra ni en la Seguridad Social, qué cabrones, nos aprietan poco a poco.

Turba hipócrita, multicultural donde las haya. Unos no follan o follan mal (se les nota en la cara, aunque también puede ser producto del restreñimiento o de un hígado castigado por el resentimiento). A otros la palabra "marica" simplemente les ofende y, por supuesto, se resisten a borrarla de su diccionario de insultos favoritos. A otros, los mismos o parecidos, lo de las lesbianas les horroriza y a la vez les da morbo. Nada más efectivo y destructor que la mirada despreciativa de una lesbiana a un machito. Les cabrea y les excita, mezcla explosiva, que genera odio. ¿Pero qué otra cosa tenemos a mano para defendernos, si no es el odio? Respecto a la homosexualidad, última teoría de mi linda masajista: las lesbianas, al no saber reconocer su lado femenino, lo buscan en otra mujer, y ese no es un buen camino - prosigue -, porque todo aquello que se aparta de lo natural (sic) a la larga no es bueno. Cojones, ¡como el tabaco! Otros prefieren los chistes sobre los negros o los moros. ¡Y hasta piden disculpas antes de contar el puto chiste! Qué delicados. Multiculturalidad fóbica, ya digo. ¿De qué nos quejamos? Son tan antiguos como los del tiro en la nuca: los nazis, los Bush, Sharon y compañía, ya saben: generalmente, suelen ser LOS QUE MANDAN. Se acaban PUDRIENDO (fijo, colega), y, claro, sus sicarios también (no se equivoquen), los de Hamás, ETA y compañía (putos colaboracionistas). Con Franco los conserjes manejaban ese poder sutil del acceso, que tanto nos acojonaba. Éstos también tienen el poder... del receso de la vida. Todos huelen que apestan, y los gemelos de Bin Laden echándole una mano a los hijos de la Gran Puta, para que puedan mandar matar a placer, ondeando las banderitas de los cojones (pero mira que la tienen pillada con eso de la patria, los muertos con patria son menos muertos que los sin patria, cuestión de pertenencia, como el que no sabe vivir sin dioses). Todos muertos. ¡Cuántos más muertos mejor! A carne putrefacta ganancia de pescadores. Claro que en la tele parecen menos muertos, y en el periódico, y, además, siempre tenemos a Ronaldo para ir dándole a la vara. El que no se consuela es porque no quiere. Que se joda.

Los jefes de la nada, los que no pasaron del bachillerato, los Aznar, los banqueros, los jeques y jefecillos del harén, negociados de la nada, fabricantes, traficantes, vencedores todos y presidentes de su escalera, ¿por qué se parecerán tanto a nosotros? ¿Somos así de miserables? Peor que eso: ¿somos así de colaboracionistas? Nos hartamos de enviar mensajes por internet contra el eje del MAL, sus matanzas y lapidaciones varias y, luego, de vuelta del restaurante japonés, delicatessen oye, nos apuntamos al pelotón de fusilamiento de la comunidad de vecinos para ejecutar a esos despreciables que dejan la basura junto al árbol... ¡Serán cerdos!

Y luego vamos a ver una película como Cuando fuimos soldados, del tragaderas Mel Gibson, Dios está con nosotros, dice el muy cretino. Y en el cielo también está Dios, que en el infierno ya estamos los DEMÁS, ayúdanos a matar a esos macacos vietnamitas, recita el infame actor. Y no vomitamos ni metiéndonos los dedos. ¿Por qué será que cuando veo la foto de familia de los encargados de almacén de la CEE, vuelvo la página por si aparece el reverso de la foto, es decir la panda de jefes de negociado árabes, otros que tal. Impresentables. ¿Por qué nunca los menciona el señor Goytisolo? ¿Es que ni en los apátridas podemos confiar? ¿Será aquello tan antiguo de no nos metamos con la URSS y con Cuba para no hacerle el juego al lobo feroz? ¡Hasta aquí podíamos llegar! Exclaman los patriotas norteamericanos, y sus enviados especiales en África, los colonos hebreos, los de la patria de cristal. Tiemblo ante el nuevo disco de Bruce Springsteen. Claro que, afortunadamente, tenemos ahí tenemos a Pepito Grillo mandando su comando de la muerte a ocupar el Perejil (jajajaja), mientras Josemari les envía su proclama por mensajería Pérez: Patria o Muerte. Venceremos (¿les suena?). ¡Hasta aquí podíamos llegar! Exclaman a su vez los tres concejales de Batasuna, cuando el alcalde de Vitoria, en un alarde de humor negro insospechado, dice que aquí tenemos a tres representantes de ETA. ¿Pero en qué manos estamos? ¿Seremos como ellos? ¿Nos pareceremos tanto como dicen?

Falsarios. Porteras. Ya lo decía Celine, el apestado, "una ciudad sin portera es algo sin historia, sin gusto, es insípida como una sopa sin pimienta ni sal, una bazofia informe". Por eso, cuando Ferdinand Celine descubrió (Viaje al fin de la noche, hagan lo que quieran, miren lo que les digo: mejor no se lo lean) que en Estados Unidos no había porteras y que Nueva York era una ciudad vertical se cagó en los pantalones. También tenemos a la portera Boadella (¡Dios! ¿Será verdad que tenemos la mierda que nos merecemos?). Dice el muy burro que el arte abstracto es una tomadura de pelo; que la zarzuela es nuestro musical desaprovechado; que Dalí fue injustamente maltratado sobre la base de tópicos infundados (es decir, Dalí no fue un oportunista, un chupóptero, un indeseable franquista y facha, y, sobre todo, un FANTOCHE PAPAGALLO, UNA PORTERA). Curiosamente, no dice que Dalí fue un gran pintor, como el que más, que es en lo único en que estaríamos de acuerdo (y ya es bastante, digo yo). Además, portera Boadella, últimamente, se dedica a predicar las bondades del PP y a abundar en la leyenda negra de que los progres, es decir (y por favor, digamos a las cosas por su nombre, por favor, como diría Raymond Carver, qué grande eres, Carver), los de izquierdas, los opositores a la dictadura éramos tontos del culo, ingenuos perversos con toda esa perorata falsaria de los ricos y los pobres. Su definición de progre es magistralmente rastrera y porteril: un mandangas que se llenaba la boca de tópicos políticamente correctos para la época y que cuando llegaba a casa se fumaba un canuto y se sentía el rey del mambo. Pero que te has creído, imbécil.

La calle de los idiotas no se acaba nunca. Ya lo decía Celine, el colaboracionista, el apestado: "Era como una herida triste, la calle, que no acababa nunca, con nosotros al fondo, de un lado a otro de una pena a otra, hacia el extremo fin, que no se ve nunca, el fin de todas las calles del mundo." Para cara de idiota la que puse con Gosford Park (vaya muermazo). Y no digamos la que puse ante esa bazofia del terrorífico Mel Gibson. Significativo, oigan: hace quince años no se hubieran atrevido a filmar este engendro. Ofende a las hormigas. Mejor me meto en la cama para sobarla, y es que el viernes nadie está para historias. Mejor lo dejamos para el lunes, que ya estoy cansao. Claro que el domingo, cuando enchufe la radio vendrá el bueno de Fernando y me susurrará a los oídos "a vivir que son dos días", ¡Tu padre, Fernando! Miren, ¿saben lo que les digo? Como hoy mi guardaespaldas tiene moscoso mejor me quedo en casa. Ya lo dijo Celine (y perdonen, bueno hagan lo que les dé la puta gana): "Con que lo mejor era salir a la calle, pequeño suicidio". Me quedo en casa, digo, me la casco, la sobo, me fundo y no abro la puerta ni al operario del gas de los cojones (Aviso: pasamos el jueves, ¡y a mí qué!).

de Artur Montfort
Barcelona, julio de 2002


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